Oléeeee esa María Isabel, ¡qué arte tienes mi arma!
El título de mi post de hoy no es manufactura propia, es made by mi cuñada. Que me va aportando ideas y cosicas para que yo las utilice en mi blog. Colaborativa y generosa que es ella.
El título de mi post de hoy no es manufactura propia, es made by mi cuñada. Que me va aportando ideas y cosicas para que yo las utilice en mi blog. Colaborativa y generosa que es ella.
Pero cuántas veces nos habremos dicho mentalmente esa frase
las mujeres para justificar un sufrimiento innecesario...sí, sí, tú que me
estás leyendo también. No te hagas la longuis.
Ese peinado ideal que te estira tanto la cara que parece que
te hayas hecho un lifting, con cienes y cienes de horquillas que se te clavan
en el cuero cabelludo con toda su mala leche. Pero tú sonriendo, enseñando
dientes siguiendo el ejemplo de la Pantoja.
Ese vaquero que has conseguido enfundarte in extremis, que
se agarra a tus piernas y a tu tripa como si su vida dependiera de ello y que
te permite respirar a duras penas. Ná, lo justito para no ponerte morada y
morir de asfixia.
Seguro que luego has utilizado el truco del almendruco, o
sea, desabrocharte el botón del pantalón durante la cena confiando en que la
mesa y el mantel de por medio camuflarían la escena.
¡¡Confiesaaaa!!!
¡¡Confiesaaaa!!!
Después viene cuando con la alegría de la velada y los jijis
jajas te relajas y ya no te acuerdas del botón en cuestión. Y te levantas con
esa cremallera abajo. (Pero eso es otro tema que abordaremos en un próximo post
sobre situaciones de "tierra trágame"😨)